Cultivando estas virtudes
Humildad, amor, gozo, gratitud, exhortación, generosidad, servicio y piedad. Estas son las virtudes que el evangelio crea y que Dios nos llama a continuamente perseguir. Son cualidades que Gracia Soberana ha valorado a través de su historia, y las cuales deben, cada vez más, ser la señal de nuestras iglesias en la medida en que caminamos hacia la madurez ¿Qué pasos podemos tomar para cultivar estas virtudes? Pregúntese: “¿Soy moldeado por estas virtudes? ¿En cuáles debo crecer?” Pastores deben determinar si la cultura de la iglesia en donde sirven es moldeada por estas virtudes, y como deben crecer por medio de enseñanza y ejemplo. Por la gracia de Dios, oremos por priorizar y perseguir estas virtudes en las iglesias de Gracia Soberana, para la gloria de Cristo y el promover del evangelio.
-Mickey Connolly, 6 de septiembre de 2022
Humildad
El Señor promete bendecir al “humilde y contrito de espíritu” (Isaías 66:2). La humildad es una visión precisa de Dios y de nosotros mismos. Es fundamental para todas las demás virtudes moldeadoras, porque sin humildad no experimentaremos ni el deseo ni la gracia necesaria para cultivarlas. El evangelio nos humilla cuando llegamos a comprender que “por gracia sois salvos por medio de la fe. Y esto no es obra tuya; es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). Esta humildad ante Dios incita a la humildad hacia los demás. De acuerdo con el ejemplo de Jesús, se nos ordena: “No hagan nada por ambición egoísta o vanidad, sino que con humildad consideren a los demás como más importantes que ustedes mismos. Que cada uno mire no sólo sus propios intereses, sino también los intereses de los demás” (Filipenses 2:3-4).
Amor
Dios evidencía su amor para la humanidad desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura y para nosotros es claramente visible a través de toda la historia de la redención descrita en la Biblia. Podemos ver en el Evangelio de la Gracia que la mayor muestra de amor expresada en este mundo viene de parte de Dios mismo por medio de su Hijo Jesucristo (1 Jn 4:9-10)
El amor al tener su origen en Dios mismo (1 Jn 4:7) es diferente del amor de este mundo. “el fruto del Espíritu es amor…” (Gal 5:22), así que el amor genuino solo puede ser expresado por quienes han sido regenerados por el Espíritu Santo y debe ser expresado hacia Dios y nuestro prójimo por que la Palabra es clara, ya que si decimos “«Yo amo a Dios», pero aborrece a su hermano, es un mentiroso. Porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y este mandamiento tenemos de Él: que el que ama a Dios, ame también a su hermano.” (1 Jn 4:20-21).
Gozo
En la medida que los creyentes escuchan y aceptan las buenas nuevas de salvación solo por gracia, la respuesta natural es la de regocijarnos. En el Evangelio, Dios se nos da a sí mismo, y en su presencia hay plenitud de gozo y placeres para siempre (Salmo 16:11). El Evangelio es una fuente de gozo que no puede ser tocada por ninguna circunstancia de la vida. Incluso en nuestros sufrimientos y penas podemos alegrarnos, sabiendo que “esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación ” (2 Corintios 4:17)
Gratitud
Las múltiples bendiciones del evangelio son nuestras como un regalo inmerecido y gratuito de nuestro Dios de gracia. La única respuesta apropiada a tal gracia generosa es gratitud. “Te daré gracias, Señor mi Dios, con todo mi corazón” (Sal. 86:12). Un corazón de gratitud es cultivado en la medida en que recordamos, entendemos y apreciamos los muchos beneficios del evangelio. Cada iglesia local debe ser una comunidad de gratitud, dando gracias a Dios en todo lo que hacemos: “Y todo lo que hagan, de palabra o de hecho, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de Él a Dios el Padre“ ( Colosenses 3:17).
Exhortación
Exhortar quiere decir dar apoyo, confianza y esperanza. Dios se deleita en fortalecer y sostener a su pueblo por medio del ministerio de la exhortación. No hay nada más estimulante para nuestras almas que el saber que por Cristo, somos y siempre estaremos en armonía con Dios. La exhortación es diseñada por Dios para edificar la fe e impartir gracia para continuar en nuestro caminar cristiano.
Cada creyente es exhortado a confortar “los unos a los otros, y edifíquense el uno al otro” (1 Tes. 5:11). Debemos exhortarnos “los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: «Hoy»; no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado.” (Heb. 3:13). “Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca” (Heb. 10:24-25). Observen que proactivamente hemos de “considerar” como hacer que esto suceda. Aquellos quienes exhortan efectivamente, perciben gracia [o medios de gracia] y necesidades, ya sean grandes o pequeñas, y están preparados para hablar cuando haya oportunidad.
Generosidad
Todas las cosas pertenecen a Dios, quien da cada don perfecto y bueno (Stgo. 1:17). Gratamente, Dios es un dueño generoso. En Cristo, El continúa dándonos generosa y abundantemente. Pablo nos ayuda a entender la llenura de las bendiciones del evangelio en Romanos 8:32 “El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?”. Si Dios nos dio lo que es más preciado para Él – “su único Hijo” – no hay nada, ya sea material o espiritual que necesitemos, que Él nos niegue. Verdaderamente, Jesús vino para que tengamos “vida y tenerla abundantemente” (Jn 10:10).
Como beneficiarios de tal generosidad, ahora tenemos cada motivación y gracia para ser generosos con nuestro tiempo, dinero y talentos como pueblo de Dios y para la misión de Dios. Hemos sido bendecidos para ser una bendición. De hecho, entendemos que Hechos 20:35 nos anima a dar con gozo y de manera libre, sabiendo que “Dios ama al dador alegre” (2 Cor. 9:7).
Servicio
La muerte de Cristo es la demostración más grande de ese servicio, pero no el único. Para demostrar exactamente cómo debería apreciarse dicho servicio, Jesús lavó los pies de sus discípulos, plenamente consciente de su divinidad y de la inminente cruz. Explicó, “Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Pues si Yo, el Señor y el Maestro, les lavé los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que como Yo les he hecho, también ustedes lo hagan (Juan 13:13-15)”.
Por lo tanto, nos cuidamos los unos a los otros en el contexto de la iglesia local. Esto no es solo la intención del evangelio, sino también uno de los frutos del evangelio. El amor de Dios ha sido puesto en nuestros corazones, permitiendo a cristianos el amar en maneras ordinarias y extraordinarias. En 1 Juan esta conexión se explica de la siguiente manera: “Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor (1 Juan 4:7-8), Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros. (1 Juan 4:11)”.
Piedad
Creyentes justificados son llamados a “Solamente compórtense de una manera digna del evangelio de Cristo, de modo que ya sea que vaya a verlos, o que permanezca ausente, pueda oír que ustedes están firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio (Filipenses 1:27)”, para que “Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor (Hebreos 12:14)” y para que “Por tanto, amados, teniendo estas promesas, limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios (2 Corintios 7:1)”. Todos estos pasajes se refieren a la santificación progresiva: el proceso por medio del cual la condición moral de una persona es unida con su estado justificado ante Dios en incrementos graduales.
Motivados por un deseo de complacer y honrar al Señor, los cristianos deben esforzarse por la piedad (Hebreos 12:14) y del actuar la Palabra (Santiago 1:22). Mortificamos el pecado (Colosenses 3:5) y vivimos todas las cosas para Dios (Colosenses 3:17). Al hacer esto, nuestras vidas testifican la bondad de Dios, el poder del Espíritu Santo y la realidad del evangelio. Nos esforzamos por la piedad confiando y conociendo que Dios nos santificará completamente en la venida del Señor Jesucristo (1 Tesalonicenses 5:23). “Fiel es Aquel que los llama, el cual también lo hará (1 Tesalonicenses 5:24)”.